Esta entrada de nuestro blog es una transcripción de la predicación del día 28 de julio de 2024. El servicio completo lo puedes visualizar en este enlace. Dios te bendiga.
Hermanos, Paz de Cristo, le damos gracias a Dios que podemos estar aquí esta mañana en su casa para alabarle, para oír su palabra, para ser alimentados. Nuestros niños por ahí están saliendo, también hay alimento para ellos. Le invito a que salude a quien tiene allí cerquitas, porque hay fiesta en los cielos cuando un pecador se arrepiente, y es motivo de mucho gozo para la iglesia, es motivo de mucho gozo para la familia ver cumplidas las promesas de Dios, ver cumplidas muchas oraciones el día de hoy.
Vamos a hablar la palabra de Dios, mis hermanos, y vamos a leer en el libro de Proverbios, capítulo 14, versículo 9, y lo vamos a leer en la Nueva Traducción Viviente. Proverbios 14:9 dice de la siguiente manera:
“Los necios se burlan de la culpa, pero los justos la reconocen y buscan la reconciliación.”
Cerramos nuestros ojos y le decimos a Dios: Padre, gracias te damos esta mañana porque nos permites estar en tu casa, es un privilegio, Señor, estar aquí buscando tu presencia, es un privilegio sentir tu Espíritu Santo, Señor, cómo toca nuestro corazón, cómo viene y trae paz, cómo viene, Señor, y trata con nosotros. Háblanos, Padre, a través de tu palabra, que sea una palabra de bendición, que sea una palabra de nuevo inicio, Señor, te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
Puede tomar su lugar, por favor, mi hermano.
La culpa es algo que invade nuestra mente y la afecta, pero también puede invadir nuestro cuerpo y, por igual, lo afecta porque la culpa viene a tener repercusiones tanto emocionales como físicas. Muchas personas viven llenas de culpas, llenas de culpas en su mente, llenas de culpas en su corazón, y una vida cargada de culpa no es la vida abundante que Jesús nos quiere dar. Esa vida donde siempre me siento mal, donde siempre me siento insuficiente, donde siempre me siento sucio, no es la vida que el Señor quiere para ti.
La culpa viene a robarnos la alegría, la culpa nos roba la paz, la culpa daña relaciones humanas, la culpa nos aparta, nos hace sentir indignos del amor de Dios, nos hace llevar una vida a medias, una vida seca, una vida triste, una vida frágil, una vida sin propósito. Porque esa no es la vida que el Señor quiere para nosotros. Así que puede ser que tengas tiempo sintiéndote culpable y la culpa es tan fácil de llevar y cargar que sientes que esa es tu realidad, sientes que esa es la forma de vivir la vida, se vuelve parte de ti.
La culpa es una de las armas más poderosas que Satanás, el enemigo de nuestras almas, usa contra todas las personas, en especial los hijos de Dios. Satanás sabe lo fácil que es para el ser humano aceptar una culpa y cargarla y lo difícil que es deshacernos de ella. Así que, si Satanás puede llenar nuestra mente y nuestra vida de culpa, va a aprovechar cada oportunidad para venir a debilitar nuestra fe, para venir a robarnos la paz, para venir a robarnos el gozo, la esperanza, los deseos de vivir, la ilusión. Satanás va a utilizar la culpa para destruir quiénes somos. La culpa va a crear un vacío en tu corazón, la culpa va a intentar separarte de Dios. Y mientras mi mente se encuentra en esta condición de sentirme siempre sucio, de sentirme siempre insuficiente, de sentirme siempre con cargas que ya no debería estar cargando, pierdo el propósito para el cual el Señor me llamó. Un cristiano que ha perdido su propósito, siempre, mire, su fe es tan débil que puede caer en cualquier momento.
Así que hoy vamos a encontrar en la palabra de Dios buenas noticias, porque Jesús dijo en el Evangelio de Juan, capítulo 8, versículo 36: “Así que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” ¿Cuántos lo creen, hermanos? El mensaje del día de hoy lleva por título: Libres de toda culpa, libres de toda culpa.
Jesús dijo en Juan, capítulo 10, versículo 10, la forma en que opera el reino de la luz y el reino de las tinieblas, y dijo Jesús: “El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir.” Se está refiriendo a Satanás. “Más yo he venido,” dijo Jesús, “para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Y este pasaje nos da alguna luz de la lucha que todos los días enfrentamos, hermanos. Satanás queriendo destruir tu vida, y él no descansa. Dice la Biblia que él anda como león rugiente buscando a quién devorar. Siempre tiene hambre, y nosotros somos su platillo favorito. Siempre quiere hacernos algo, siempre quiere destruir mi familia, siempre quiere destruir mi relación con Dios, quiere acabar mi fe, quiere dejarme en la ruina, quiere que reniegue de Dios, quiere que sienta que Dios me falló. Ese es el plan de Satanás en todo momento. Y por otro lado, tenemos a nuestro Dios amoroso, que él viene a darnos vida, y no cualquier vida, ¿verdad? Vida en abundancia, una buena vida, una vida plena, una vida donde me siento completo, una vida donde enfrento luchas y pruebas, pero con la fortaleza que el Señor me puede dar.
Así que vivimos en una lucha constante, y Satanás quiere destruir mi vida y va a utilizar muchas formas. Va a tratar de hacerlo con adicciones, va a tratar de hacerlo con tentaciones, va a tratar de hacernos caer en pecados, va a tratar de avergonzarnos, va a tratar de hacernos sentir culpables, porque la culpa es una carga fuerte sobre la persona.
Vamos a tratar de definirla. Dice el diccionario que la culpa es la imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Es una imputación, es una carga, es una tacha que viene por una determinada acción. En la práctica, fíjese, vamos a ver que la culpa tiene dos áreas. Por un lado, una culpa puede ser una emoción, y por otro lado, una culpa puede ser un hecho: culpa como emoción o culpa como hecho.
Vamos a ver tres posibles situaciones, tres escenarios. En primer lugar, es posible sentirse culpable sin ser culpable. Así que ahí la culpa es una emoción. Siento que yo tengo la culpa de todo aunque no la tenga, pero cargo con eso en mi cabeza, cargo con eso en mi corazón y me hace vivir una vida triste, una vida a medias.
En segundo lugar, es posible ser culpable sin sentirse culpable. ¡Qué peligroso, verdad!
En tercer lugar, es posible ser culpable y sentirse culpable, reconocer que hay una culpa verdadera allí.
Vamos a comenzar por el primero: sentirme culpable de una situación sin serlo. Es la mejor forma que Satanás tiene para atacar mi vida, para destruir mi mente, para hacerme sentir vulnerable, para hacerme sentir débil. Siempre me siento mal. Es la estrategia que Satanás tiene para robar, matar y destruir mi vida, para apartarme de mi propósito en Cristo, para quitarme el gozo de mi salvación. La culpa que no tiene fundamento, que no es un hecho, sino es una emoción, viene de nuestros pensamientos.
Hemos utilizado muchos mensajes para hablar de la mente humana, que la Biblia le llama el corazón. En la mente, en el corazón del ser humano es donde se libran batallas. Ahí es donde Satanás mete pensamientos erróneos para hacerme sentirme siempre mal, siempre miserable, siempre cargado de culpas. Es una mentira. La culpa que no tiene fundamento, que no es un hecho, sino es una sensación, mire, yo la percibo en mi vida como una convicción. Yo cargo con ese peso, aunque no es verdad. Ignoramos los hechos y aceptamos una mentira como realidad en mi vida. Entonces, puedo pasar la vida sintiéndome culpable por un accidente. Y si hubiera hecho esto, y si no hubiera ido acá, y si no me hubiera bajado en el baño, y si no hubiera perdido dos minutos, y si acá y si allá. Y sabe que un accidente no es culpa de nadie. Pero si yo lo tomo como una realidad, Satanás se va a aprovechar de allí y en toda mi vida no me va a soltar, haciéndome vivir siempre triste, siempre cargado. Puede ser que el día de hoy haya un adulto que se culpa hace 30 años de que sus padres se separaron porque ese es su pensamiento. Y no fue su culpa. Pero mientras no se dé cuenta que es una mentira, es un pensamiento erróneo y no es una realidad, no puede superar ese momento de su vida. Te puedes sentir culpable por no darle a tu familia todo lo que tú quisieras. Hubieras querido mantenerlo en la mejor escuela, hubieras querido darle esa casa, ese trato. Y dices, ¿cómo es posible? Me siento culpable. Nadie tiene todo lo que quiere. Jesús vivió humilde.
Conclusión
La culpa es una carga que no debemos llevar solos. Jesús nos ofrece la libertad de todas nuestras culpas, permitiéndonos vivir una vida plena y abundante en su amor. No permitas que la culpa te robe la paz, la alegría y el propósito que Dios tiene para ti. Acércate a Cristo, reconoce tus emociones y hechos, y permite que su gracia y misericordia.